Los cielos de Piriápolis son impredecibles, cambiantes y multicolores, lo que convierte al lugar en un espacio cargado de misterio cotidiano.
Al conectarnos con la frecuencia del lugar, nos sentimos cómodos, arropados por las sierras. Si bien ha crecido, como todo el Este del país, mantiene su esencia de balneario 'como los de antes', familiar y despojado de opulencia.
Las tormentas de verano pasan y nos regalan colores, los bañistas saben que son pasajeras y no se alertan, por el contrario, se quedan a disfrutar de la playa con el mismo ritmo manso del mar.
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